En apariencia, este cuadro representa el sacramento del matrimonio, oficiado según el rito ortodoxo. Pero lo que en realidad hace es presentarnos un drama silencioso que se desarrolla ante nuestros ojos: una boda desprovista del menor ápice de alegría y regocijo, en la que salta a la vista la diferencia de edad entre los dos contrayentes.
En la penumbra de la iglesia, la luz que entra desde una ventana fuera del campo visual del espectador solo alcanza a iluminar intensamente las tres figuras principales del cuadro: los novios y el sacerdote. Destaca la bella y triste figura de novia y el vejestorio arrugado que está a punto de desposarla. Ambos sostienen una vela encendida en la mano.
El novio es representado como un anciano de posición acomodada, acaso un miembro de la baja nobleza o un alto funcionario. Nos lo revela la Cruz de la Orden de Vladimir de 2.º Clase que lleva al cuello, y la estrella correspondiente a esta condecoración en el pecho. Viste un elegante traje negro, cuyo cuello apretado acentúa la rigidez de su figura. Tiene ojos apagados e inexpresivos y en su rostro arrugado puede apreciarse una expresión cáustica, mientras le lanza una mirada de condescendencia a su prometida, acaso desconfiando de que pueda echarse atrás en el último momento.
En contraposición, la novia, hermosa, tímida y melancólica, es la viva imagen de la inocencia. A este efecto contribuye el contraste luminoso de su vestido frente a la penumbra que reina en el resto del cuadro. Su encantador rostro ovalado y pálido está enmarcado por rizos sedosos que le tocan las clavículas y el collar. Las joyas brillan en su piel, las flores de su corona resplandecen, pero su corazón es una flor marchita, triste y fría. El miriñaque pesa sobre su esbelta figura, y su mirada baja revela más de lo que oculta. Agacha la cabeza y sus ojos parecen enrojecidos, como si hubiera estado llorando toda la noche del día anterior.
Debería haber sido el día más feliz de su vida, pero nos basta con mirarla para poder sentir lo que siente, podemos casi palpar las lágrimas que empañan sus visiones e imaginar la sequedad de su garganta cuando llega el momento de dar el “sí, quiero”.
Su mano izquierda, que sostiene una vela, cuelga desganada mientras extiende la mano derecha hacia el sacerdote, exponiendo el dedo índice para que le coloque el anillo de bodas.
La tercera figura principal del lienzo es un sacerdote que lleva una elaborada casulla litúrgica. El artista lo representa encorvado y con la mirada entrecerrada, mientras sostiene un breviario en la mano izquierda y un anillo de bodas de oro en la derecha, que está a punto de poner en el dedo de la novia.
El resto de personajes desempeñan un papel secundario, y el autor los divide en dos grupos: el que se encuentra detrás del novio y el grupo que acompaña a la novia. El primero, entre los que se encuentra un militar de alta graduación y un hombre que está a su lado, mira a la novia con franca e indisimulada curiosidad. La anciana de la izquierda, quizá la celestina que ha concertado el desigual matrimonio, lanza una mirada cómplice al carcamal que está a punto de contraer nupcias.
En el segundo grupo, el que rodea a la novia, destaca la figura del padrino (y autorretrato del autor), representado en el borde derecho del cuadro detrás de ella. Su expresión facial es de disgusto, con los brazos cruzados sobre el pecho. La conexión el padrino y la novia no solo es espacial (están muy cerca en el estrecho espacio de la iglesia), también tienen otros vículos sutiles e indirectos. Son los únicos jóvenes que parece haber en la estancia e intuimos que están unidos por una experiencia común. Además, el padrino lleva una rosa prendida en el pecho, una metáfora de la espina que tiene clavada en el corazón, condenándolo al sufrimiento.
El autor de la obra es el pintor ruso Vasily Pukirev, que la terminó en 1862, inmediatamente después de graduarse en la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú. El lienzo se exhibió por primera vez en una exposición académica en 1863 y, con su temática general, su fuerte expresión, su tamaño inusual para un tema cotidiano y su ejecución magistral, catapultó de inmediato al artista a uno de los lugares más destacados entre los pintores rusos.
La idea del cuadro surgió de una historia real: un amigo del pintor, Serge Mikhailovich Varentsov, estaba perdidamente enamorado de una joven de veinticuatro años, Sofya Nikolaevna Rybnikova, pero sus padres decidieron que sería mejor para ella casarse con un hombre más rico y de más éxito profesional, Andre Aleksandrovish Karzinkin, de treinta y siete años. La diferencia de edad no era tan grande como la que representa el cuadro, pero Pukirev quería destacar la juventud y belleza de la novia en contraste con la vejez y aspecto desvaído del novio, por lo que la licencia artística es comprensible y justificable.
Con su obra, Pukirev pretendía llamar la atención del público sobre un tema candante en la Rusia del siglo XIX: la precaria situación de las mujeres jóvenes sin dote, que se veían obligadas a casarse en contra su voluntad y sobre la base del beneficio y el interés material, a menudo con hombres que les doblaban o triplicaban la edad. De ello da testimonio el Decreto del Santo Sínodo, publicado por la propia Iglesia Ortodoxa Rusa en 1854 condenando los matrimonios con una gran diferencia de edad.
Hoy en día, el cuadro se expone en Galería Estatal Tretyakov de Moscú.
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